domingo, 7 de marzo de 2010

Carta de Duhalde a la Juventud

Queridos amigos:

Antes que nada, dejarles en claro mi inmensa alegría al saber que un grupo de jóvenes argentinos ha decidido participar en política.

En un país en el que muchos, y especialmente los de menos edad, descreen de las posibilidades de la participación política como forma de mejorar el estado de las cosas, este tipo de actitudes es siempre una buena señal.

Y conste que no digo esto porque ustedes se manifiesten cercanos a mis ideas. Diría lo mismo si se opusieran a ellas. No importa desde dónde se haga, el compromiso político siempre es bueno, porque no es ni más ni menos que compromiso con el otro, con el prójimo, con el vecino, con el compatriota, con los que somos, en definitiva, el País.

Hace muchos años –quizás cuando algunos de ustedes no habían nacido aún- escribí: “La Argentina es la gran empresa de los argentinos. Por eso, frente a esta crisis tenemos dos posibilidades. O nos sentamos a llorar nuestro esplendor perdido, o unimos nuestro esfuerzo y tiramos todos en la misma dirección, con el fervor de los que hicieron las obras perdurables. La cuestión es ahora o nunca. Perpetuamos la quiebra de esta gran empresa, o iniciamos su recuperación definitiva. Tendemos puentes de solidaridad, o levantamos paredes de odio. Construimos o destruimos. Unimos o separamos. Bendecimos o maldecimos”. [1]

¡No saben cuánto me gustaría que estas palabras sonaran hoy en sus oídos jóvenes como anticuadas, faltas de sentido, irreales!

Lamentablemente, no es así. Una visión equivocada de la política – en la que toda mi generación, que es la de sus padres, participó en diferente medida – se instaló en la Argentina de fines de siglo XX. Y nos llevó a desperdiciar años en enfrentamientos estériles y experimentos fallidos. En esa visión, las tendencias hegemónicas jugaron un rol fundamental. Creer que porque se conduce a una parte más o menos importante de la ciudadanía se tiene un pase libre para ejercer el poder a discreción fue una tentación de la que no se libró ninguno de los grandes líderes del pasado.

Hoy, sobran ejemplos de que el camino que nos sacará de las crisis recurrentes es exactamente el opuesto: la política del siglo XXI abunda en ejemplos que muestran la importancia del diálogo, el consenso y los acuerdos en el progreso de los países.

Es por eso que la presentación de un grupo de jóvenes que reclama hacer oír su voz en el debate fecundo, que necesariamente debe estar en la base de un Gobierno Patriótico de Unidad Nacional como el que estoy proponiendo a los argentinos, debe ser saludada con alborozo por nosotros, los que tenemos algunos años más de experiencia. Ojalá tengan muchos émulos a lo largo y a lo ancho de la Patria.

No dudo que así va a ocurrir.

Será esa una excelente señal de que, finalmente, los argentinos hemos encontrado el camino de la construcción y el crecimiento.

Los saludo con un abrazo emocionado.

Eduardo Duhalde

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