Por Hector Schamis(Investigador del Banco Interamericano Desarrollo)
El Gobierno está en el laberinto. Ha perdido credibilidad y, sin embargo, sus actos están caracterizados por la intransigencia. Envuelto en la crispación constante, el debate sobre cada ítem en la agenda de la coyuntura termina, de hecho, transformado en una crisis política de magnitud. Esto no es nuevo, ya que el epíteto y la descalificación del otro constituyen la estrategia predilecta del Gobierno, por lo menos desde la elección parlamentaria de 2005, pero se ha exacerbado desde junio pasado. No es tan sólo que se insulta a personas que piensan distinto o se avasalla a la prensa o a algún sector productivo, sino que ahora también se avanza sobre los otros poderes del Estado, creando las condiciones para un potencial conflicto institucional. Todo esto, además, se justifica sobre la base de una grave tergiversación de la Constitución, imperdonable proviniendo de la propia presidenta de la Nación.
Sería una equivocación, sin embargo, pensar que esta situación obedece a la irracionalidad del matrimonio gobernante o a su falta de sentido de realidad, según dicen algunos, por estar los Kirchner cada vez más aislados. Este escenario -preocupante, por cierto- es la resultante de un gobierno que ha venido experimentando de una manera muy peculiar una merma importante de su capital político. Esto significa, más precisamente, que aunque los Kirchner han perdido todo su "poder positivo", o sea, la capacidad de construir política, no obstante retienen una importante cuota de "poder negativo", es decir, conservan la capacidad de obstruir.
Como en política el poder que uno tiene siempre hay que usarlo, el Gobierno está haciendo precisamente eso: usa el poder que aún conserva a pesar de la derrota y a pesar de estar en minoría.
Así las cosas, el supuesto autismo del Gobierno no es tal. Por el contrario: la estrategia del conflicto y la política de la obstrucción son, si bien de corto plazo, acabadamente racionales. Varios objetivos se persiguen por esta vía. Primero, el Gobierno mantiene la iniciativa y somete a la oposición a un lugar de pasividad, siempre preocupada por tener que responder a los sinsentidos de los Kirchner. Segundo, la crisis por la crisis misma termina anestesiando a la sociedad, saturada de la repetición inacabada del mismo juego. Tercero, la discrecionalidad en el uso de las reservas monetarias, combinada con el déficit fiscal aún no reconocido oficialmente atará de manos a cualquier futuro gobierno, que se verá obligado a sincerar y ajustar. Cuarto, por eso el Gobierno trabaja sin pausa para que el próximo presidente no provenga de las filas del peronismo, y De Narváez sería ideal para esto; un supuesto candidato inhabilitado nada menos que por la Constitución.
Si, en el camino, Kirchner consigue retener su control del PJ, además, en poco más de 18 meses, se habrá constituido en líder de la oposición. En una sociedad algo embotada y no muy memoriosa, seguramente razona el diputado Kirchner, hasta podría ser el candidato del PJ en 2015.
Esta maraña de objetivos perseguidos por un gobierno en definitiva débil no hace más que enfatizar la pregunta clave de la coyuntura: el papel de la oposición, para poder sacar al sistema político de esta parálisis. Paradójicamente, la oposición debe ayudar al Gobierno, al mismo tiempo que tiene que oponerse. La ecuación es complicada por donde se la mire. Por empezar, porque es difícil ayudar a quien no se deja ayudar, porque la oposición está fragmentada y no tiene un liderazgo cohesionado y porque lo que busca el Gobierno es más "borocotización" y más fragmentación. Pero no intentar una estrategia cooperativa equivale a sentarse a mirar el deterioro institucional en curso, la resultante de un gobierno acorralado y con fecha de vencimiento, cuyo desgaste podría tener efectos desastrosos sobre la estabilidad. Esa inestabilidad ya comienza a ser visible en un Parlamento empatado donde poco se resuelve y poco se decide.
En este sentido, la reconstitución del centro de gravedad del sistema político pasa una vez más por los dirigentes del justicialismo. Los sectores dialoguistas del kirchnerismo, aquellos peronistas tan pragmáticos que hoy están con Kirchner, tanto como ayer estuvieron con Duhalde, y antes con Menem, son la clave para destrabar esta parálisis. La oposición debe buscarlos, negociar y acordar con ellos y formar una base de sustentación parlamentaria para establecer acuerdos mínimos que permitan gobernar una democracia en transición hasta octubre de 2011.
En el camino, habrá que votar con el Gobierno en ocasiones, tanto como en otras habrá que ponerle límites. Pero negociando y dialogando se habrá recuperado un mínimo de poder positivo, o sea, de capacidad de construcción política indispensable para eludir la inestabilidad.
De ambos lados del espectro político se evocan los fantasmas de la implosión, del fin anticipado del término presidencial y de otros escenarios no deseables. Algunos lo hacen como víctimas de fantasiosas conspiraciones. Otros, irresponsablemente, hacen mención de supuestos intentos golpistas. Desde 1983, las interrupciones del calendario normal de la democracia fueron dos, producto de la hiperinflación, cuando Alfonsín dejó el poder en julio de 1989, y de la hiperrecesión, cuando De la Rúa renunció, en diciembre de 2001. El riesgo de hoy es el de la hiperfragmentación de la representación política y, por ende, el peligro de perpetuar una democracia paralizada, donde todo poder que se ejerza sea negativo. Hay que revertir esto para llegar a 2011 con normalidad.
El autor es profesor en la Universidad de Georgetown, Washington DC
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1 comentario:
querido Hector Schamis: El único punto que comparto es donde decís en que hay que ayudar al gobierno. Pero tu lectura sobre el mismo deja mucha tela para cortar, sobre todo cuando escribís sobre un gobierno con fecha de vencimiento o de gobierno débil haciendo una simple lectura sobre la profundización de este modelo noto un claro avance sobre diversas cuestiones como por ejemplo las mas generales: ley de medios audiovisual, asignación universal por hijo, estatizacion de afjp, retenciones al campo para redistribución de riqueza, derechos humanos entre las mas importantes. veo claramente a cientos de jovenes metidos mas profundamente en la política y lo que se discute hoy en el congreso. Realmente como joven de 24 años no tengo una bandera de ningún partido político pero claramente este modelo de país lo creo me acerca a comprometerme como ciudadano a favor de los kirchner
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