
Algo así ha estado ocurriendo con el proyecto de ley de medios audiovisuales que oculta y a la vez devela, en su extenso articulado, un espíritu de hostigamiento y silenciamiento de la prensa libre.
A nadie se le oculta la necesidad de actualizar un cuerpo normativo que ha devenido obsoleto y hasta caótico por las múltiples reformas que se le han introducido a lo largo de los 29 años corridos desde su sanción. Ante la perspectiva de un futuro tecnológicamente impredecible, su puesta al día obliga a eludir toda casuística y legislar sobre amplias líneas rectoras. Exige que la nueva ley resulte del consenso que sólo puede brindar un sereno intercambio de ideas y el aporte de la inteligencia del país. No parece aconsejable, en fin, que el debate se desarrolle en un clima de confrontación, salpicado de acusaciones verbales y ataques intimidatorios contra periodistas.
Una ley votada con inexplicable, o tal vez explicable, urgencia no podrá asegurar el desafío de los tiempos por venir, obligando a nuevas y sucesivas modificaciones, con la lógica carga de desencuentros y frustraciones.
No es eso lo que necesita la sociedad ni lo que merece el esfuerzo de una prensa que a lo largo de su historia, muchas veces centenaria, ha dado sobradas muestras de objetividad, patriotismo y servicio a sus lectores, escuchas y televidentes, que cotidianamente la juzgan y sostienen con su aporte y la alientan con su fidelidad.
Resulta imperioso, a esta altura, que el derecho positivo resguarde ciertos principios básicos de jerarquía constitucional, tales como la no intervención directa o indirecta en los contenidos periodísticos, el respeto a la seguridad jurídica y la no retroactividad de las normas, la preservación de la diversidad y legalidad de los medios y la no discrecionalidad en la autoridad de aplicación.
El estadista debe pensar en la próxima generación sin odios ni exabruptos, con sentido integrador y vocación de progreso. Puede confiar en la prensa como puente de conexión entre gobernantes y gobernados y vigía de las instituciones.
No entenderlo así desnudaría un espíritu totalitario y de afirmación sectaria, empeñado en propósitos que, por su inmediatez, desmerecerían la necesaria visión del interés general y el bien público.
Proclamemos nuestra fe en las instituciones de la libertad, sabiamente recogidas por el texto constitucional e imposibles de ser desmentidas por normas que puedan ignorarlas y hasta agraviarlas.
Fuente: ADEPA
1 comentario:
Es evidente que todo ésto lo hacen porque "Don Néstor" está en guerra con Clarín.
Se están matando entre ellos y mientras tanto, nosotros (los BO$%&DOS) miramos como desde afuera esperando ver cuánto nos salpicarán esta vez cuando todo explote.
Es lamentable.
No dan ganas de vivir en un país así.
Saludos.
PD: CÁRCEL YA PARA SCIOLI!!!
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